Mientras la hierba comienza a reclamar su territorio, como si la naturaleza estuviera absorbiendo lentamente lo que un día fue un testigo del movimiento y la libertad, este vehículo en pausa eterna permanece impasible, casi como aceptando el destino de fusionarse con su entorno como si de un solo ser se tratase.

La referencia para esta obra me llegó de la fotografía de una amigo que se encontró con este vehículo así, varado en medio de un bosque, completamente fuera de contexto, con todos los interrogantes que ello sugiere, pero, a la vez, envuelto en una extraña sensación de que ese es su lugar.

Toda vida llega siempre a su fin, incluso cuando el presente nos parece eterno y para siempre. Y hay una peculiar serenidad en la consciencia de que esto, aunque no queramos, sabemos que debe ser así.

Óleo sobre lienzo
71x108 cm.
2020.
 
Esta obra se entrega con un certificado de autenticidad firmado por la artista.

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